14 nov 2016

El éxito del discurso de Donald Trump


El éxito de Trump, responde a su propuesta frente al fracaso de la globalización capitalista, él lo que promete es una respuesta nacional-keynesiana, propia de los años 30 después del crack del 29, mezclando el sueño americano, la superioridad de los estadounidenses sobre los extranjeros, y la promesa de recuperar la vieja industria manufacturera que les llevó a dominar la economía mundial. Un relato muy vendible para una sociedad consumista, desposeída y precarizada por el sistema capitalista global y su deslocalización generadora de injusticias alrededor del planeta. El problema no es Trump en sí mismo, son los deseos de esas millones de personas que están asumiendo que es necesario una economía en crecimiento constante, y centrarse en salvar sus traseros antes que los del resto del planeta. Para eso, se ve reforzado el discurso negacionista, tecno-optimista, que promete recursos infinitos y prosperidad industrial y tecnológica.


Trump no podrá cumplir sus promesas si no es a base de expoliar los recursos que queden distribuídos por el resto del planeta, lo que quiere decir que el imperialismo, la guerra, la explotación y colonización del mundo va a seguir adelante encabezada por la administración estadounidense y su aparato militar. Si la pretensión de Trump fuera autárquica, es decir, valerse de los recursos propios de su país, no llegaría ni a la vuelta de la esquina. Esto mismo se puede aplicar a los movimientos similares en Europa, como LePen, Farage, etc. Si estos países deciden cerrar sus puertas a las personas migrantes, de la misma forma habrá que cerrar las puertas a que acudan a otros lugares a expoliar recursos, a esclavizar a sus habitantes, etc. En un mundo autárquico los nuevos países pobres serían los que hoy se dicen ricos.

Llegados a este punto, podemos decir que esto es el colapso, no hay que darle más vueltas. Tenemos a una parte importante de la humanidad que vive en los países ricos que quiere vivir mejor que el resto al precio que sea. El capitalismo ha ganado ideológicamente, el síndrome de Estocolmo está más que presente en nuestras cabezas. Los juegos del hambre se empiezan a globalizar también.

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